
(Costa Rica, 1943).
Cursó estudios de Biología y Filología
Española en la Universidad de Costa Rica y obtuvo un
posgrado en Literatura Hispánica en Nueva York. Ingresó
a la Academia Costarricense de la Lengua en 2006, con un discurso
sobre El poema como búsqueda interior.
Sus principales obras publicadas son: Reloj de siempre (1965),
El peso vivo (1968), Los pasos terrestres (1976),
Hora de lejanías (1982), Los delitos de Pandora
(1987), Una viajera demasiado azul (1990), Amar en
Jerusalén (1992), Costa Rica poema a poema
(1997), Poemas para arrepentidos (2003), Hojas furtivas
(2005), Fuera de álbum (2007), Casas de
la memoria (2003) y Cartas a Camila (2008).
Representó como diplomática a su país junto
a su esposo, el también poeta Laureano Albán,
en Madrid, Nueva York, Jerusalén, y Paris.
También ha desarrollado la actividad académica
y docente como catedrática de la Universidad de Costa
Rica e instructora de multitud de talleres lite-rarios. Se impuso
en 1976 con el Primer premio de la Editorial Costa Rica y ha
sido en cinco ocasiones Premio Nacional en Poesía; así
mismo fue accésit al Premio Adonais de Madrid (1981).
Sus poemas han sido publicados en revistas literarias en Estados
Unidos, España, Rumanía, Francia, Nicaragua, Colombia,
México y Praga.
En Cuadernos del Laberinto ha participado en ATLAS
POÉTICO. Viajeras del siglo XXI
GRANADA SIN TI
Las tejas ocre con su pátina
de tiempos y espejismos,
acechan sobre Granada
y su resuelta soledad de siglos.
Granada la incendiada,
la luchadora, la incólume.
Granada la altiva,
la que toma su siesta de hirviente mediodía
junto al lago Cocibolca,
esperando que la tarde disipe sus ardores
con la brisa generosa de este lago
de aguas oscuras y bullentes.
Yo me instalo entre el lago y las palomas
que arrullan bajo las tejas
su sopor meridiano.
Y bato mis alas
como si la soledad fuera otro cielo
sobre este, mi bullicio interior,
semejante al de Granada, la valiente.
Mi vida aletea, se lesiona
sin tu presencia,
se refugia bajo las tejas que aparecen,
hostiles o acogedoras.
Pero reinas en mí,
compañero imposible,
siempre ajeno,
siempre prolongando interminables lejanías
a pesar de ti mismo
y de nuestro deseo agazapado
bajo todas las tejas y las sombras
de lo absolutamente inaplazable.
Agonía sin fin, arrullo doloroso
que nos roba el aliento
y nos impulsa
hacia un vuelo de cimas y de abismos.
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